“El arte es la forma más sublime de protestar”, sostiene Gato Contreras

El arte es la forma más sublime de protestar
, sostiene Gato Contreras
Pintó el mural 1968: Semillas y memorias en Tlatelolco // Quise visibilizar el movimiento y las luchas sociales actuales
, refirió
▲ Roberto Gato Contreras elaboró el mural en un local comercial del edificio Chihuahua.Foto Víctor Camacho
Fabiola Palapa Quijas.
Periódico La JornadaLunes 21 de julio de 2025, p. 4
El artista Roberto Gato Contreras, quien realizó el mural 1968: Semillas y memorias en el edificio Chihuahua de la unidad habitacional Nonoalco-Tlatelolco, usa su pincel para promover la conciencia social y como una forma de resistencia y de memoria.
Estoy convencido de que el arte es la manera más sublime de protestar en todas sus formas: en la música, el cine, la danza y la pintura. El arte tiene el propósito de apoyar otras causas
, comentó en entrevista previa a la presentación de su mural sobre el movimiento estudiantil de 1968.
Consideró que el muralismo ha sido una forma de expresión artística que ha acompañado las luchas sociales del país a lo largo de su historia, por eso la importancia de plasmar lo que significa el movimiento de 1968 y por qué el 2 de octubre no se olvida
.
Explicó que la iniciativa de pintar el mural en el edificio Chihuahua, uno de los escenarios principales de la masacre, surgió de los residentes de Tlatelolco, que se percataron de que en la unidad habitacional hay frescos, pero ninguno que hable de manera comprensiva sobre el movimiento estudiantil.
“Traté de visibilizar lo que ocurrió el 2 de octubre de 1968, la represión contra los estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, pero también las luchas actuales; por eso se llama Semillas y memorias, porque se siguen sembrando semillas y la lucha continúa, aunque, desafortunadamente, el sistema quiere institucionalizar este acontecimiento con ceremonias”, indicó Gato Contreras.
En la presentación del mural en el local comercial del edificio Chihuahua, al que asistieron personas de colectivos y residentes, el pintor autodidacta detalló cómo está conformado el mural.
Lo dividí en tres partes. La primera corresponde a las manifestaciones que se realizaron de julio a septiembre de 1968, con las escuelas, los ferrocarrileros, los maestros y otras luchas, así como personajes de influencia cultural
, señaló.
La segunda parte está dedicada a los trágicos sucesos del 2 de octubre. A partir de fotografías, Gato pintó a los estudiantes asesinados en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, rodeados por un río de sangre; a los que lograron refugiarse en los edificios, así como a objetos tirados en la explanada, como juguetes, zapatos, bolsos y libros, que dan cuenta de la tragedia. Aquí está el dolor, porque en la masacre hubo niños, personas mayores y amas de casa que simpatizaban con el movimiento
, expresó el artista.
En la tercera parte de la obra, que mide 7.80 metros de ancho por 2.70 de alto, están plasmadas las luchas sociales más recientes, así como personalidades presentes en la vida del artista. Vemos a luchadoras contemporáneas, las madres buscadoras, maestros y zapatistas
, agregó.
En la inauguración también participó el historiador y docente Enrique Dávalos, residente de la unidad habitacional, quien comentó que el mural cubre un vacío, porque, si bien existen otros en ese lugar, no tienen contenido más activo de lo que ha sido el muralismo mexicano como una expresión de la conciencia crítica
.
Recalcó que el 68 no es un movimiento muerto, y que un fragmento del mural Semillas y memorias muestra la actualidad en el tema de las causas sociales.
Dávalos expresó que además de la creación de la pintura, los residentes de Tlatelolco desean abrir un centro comunitario en el local comercial y que la presentación de la obra de Gato Contreras habría sido su primer acto cultural, pero que no fue posible debido a los interminables trámites que requiere la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda (Seduvi), así como la alcaldía.
Los residentes llevan año y medio sin terminar de concretar el proceso. Cada vez que concluimos un trámite y pensamos que podemos pasar al siguiente, nos sorprenden con que hay otro previo, que a su vez necesita otro. Por eso hoy no inauguramos el centro junto con la presentación del mural
, comentó Dávalos.
El historiador compartió que el centro comunitario de Tlatelolco funcionará como un espacio donde los 40 mil habitantes de la unidad tratarán problemáticas de su entorno en busca de soluciones, como han hecho con la defensa de sus jardines.
Los residentes de Tlatelolco no pierden la esperanza de tener su centro comunitario y continuar con el legado del movimiento del 68.
Jamoncillo, raspados, chamoy y jacarandas son algunos de los aportes de Japón a México

▲ A mediados del siglo XIX, Japón comenzó a abrirse al mundo luego de 200 años de aislamiento bajo el régimen de los Tokugawa, y México fue uno de los primeros países con los que entabló relaciones diplomáticas. Las jacarandas arribaron al país en las primeras décadas del siglo XX, traídas por el migrante Tatsugoro Matsumoto; aquí, una postal de la Alameda Central.Foto archivo
Omar González Morales
Periódico La JornadaLunes 21 de julio de 2025, p. 5
La comunidad japonesa en México está detrás de muchas creaciones gastronómicas, materiales e industriales que llevaron a un progreso significativo. Entre estos aportes se encuentran el cacahuate japonés, el chamoy, la pesca del abulón, los raspados, el jamoncillo y la llegada de las jacarandas.
Los extranjeros encontraron en este país un refugio contra el racismo y la xenofobia tras numerosos conflictos bélicos.
En entrevista con La Jornada, el antropólogo Sergio Hernández Galindo, especialista en Japón de El Colegio de México, habló sobre la importancia de esa comunidad en México y del gran intercambio cultural que persiste hasta hoy, mismo que ha florecido en una relación diplomática armoniosa entre ambas naciones.
En 1853, Estados Unidos, de la mano del comodoro Matthew Perry, obligó a Japón a abrirse al mundo luego de estar aislado por 200 años bajo el régimen de los Tokugawa. Esa sociedad se modernizó y México fue uno de los primeros países con los que entabló relaciones diplomáticas
, comentó el experto.
Los migrantes vieron muchas oportunidades: los salarios en México eran mejores y en aquellos momentos el país requería de mano de obra para cubrir el territorio nacional. Mientras, en Japón había sobrepoblación, y eso llevó a varios éxodos que tenían a Estados Unidos como destino final: La primera oleada fue en 1897, cuando un grupo de colonos llegó a Chiapas con el propósito de crear una comunidad cafetalera. El proyecto fracasó, pero se movilizaron a otros lugares, donde fungieron de mineros, obreros y boticarios
, explicó Hernández Galindo.
Tras el inicio de la Primera Guerra Mundial, la sociedad japonesa se tecnificó, pero su participación en el conflicto los hizo objeto de xenofobia y racismo. El gobierno de Estados Unidos los vio como una avanzada del ejército imperial, espías e invasores.
En los siguientes años llegaron más migrantes a México; unos mil formaron parte de ingenios azucareros, especialmente en Oaxaca; otros se unieron a la industria minera en la zona de Baja California y Chihuahua, también a la algodonera, y otros más a la pesquera; en ésta destaca su experiencia en la pesca de abulón con una técnica desconocida en costas mexicanas. Para 1910 eran ya unos 10 mil trabajadores
, indicó el antropólogo.
En 1920, el gobierno de Venustiano Carranza solicitó a los japoneses enviar obreros más capacitados
; entonces llegaron médicos, veterinarios y dentistas. En cambio, los estadunidenses cerraron sus fronteras, lo cual obligó a los viajeros a trasladarse a países de Sudamérica.
Los japoneses crearon pequeños comercios; a Sinaloa llevaron los raspados, que hacían con máquinas trituradoras de hielo que llegaron desde Asia. En Sonora también impulsaron negocios que modernizaron la industria para exportar el algodón
, aseguró el investigador.
En esa época arribaron las jacarandas a México, luego de que el gobierno de Pascual Ortiz Rubio (1930-1932) solicitó a los japoneses la donación de árboles de cerezos para colocarlos en las avenidas principales de la ciudad como símbolo de amistad. Sin embargo, para que pudieran florecer se requería un cambio mucho más brusco de temperatura entre invierno y primavera.
Tatsugoro Matsumoto, migrante que había viajado entre Perú y México, popular durante el periodo de la Revolución Mexicana por sus diseños que mezclaban la armonía de la vegetación con la construcción, trajo desde Brasil ejemplares de jacarandas que semejaban mucho la caída de la flor de cerezo. Así fue como la colonia Roma, una de las más exclusivas de la Ciudad de México, se convirtió en un paraje colorido por los árboles que ahora cubren hasta la Alameda Central en el Centro Histórico.
Durante la Segunda Guerra Mundial, los nipones radicados en Estados Unidos fueron perseguidos y recluidos en campamentos. A su vez, se exigió a México que hiciera lo mismo, pero el presidente Manuel Ávila Camacho se negó y sólo puso de requisito que se registraran en una lista para conocer sus actividades y estatus legal.
En la localidad de Ures, la familia Tanaka, especializada en dulces, creó el jamoncillo, y en San Luis Potosí, el empresario Kiso Tsuru desarrolló una industria farmacéutica que llevó a la invención de la Vitacilina.
El inversionista también fue fundamental en el apoyo que recibió México de Japón tras la nacionalización del petróleo, luego del boicot que realizaron Estados Unidos y Reino Unido, pues los nipones no desistieron de comprar combustible a México.
En la década de 1940, Yoshigei Nakatani, trabajador de las tiendas Nuevo Japón, ubicada en el centro de la Ciudad de México, creó los cacahuates japoneses, lo que le permitió abrir la empresa Nippon. El producto fue un éxito mundial. En la actualidad, otra marca japonesa, los Nishikawa, sigue en circulación.
Durante 1960, el chamoy llegó a México cuando varias familias, entre las que destaca los Hasuga, experimentaron con la receta del umeboshi (dulce popular en Asia), y adaptaron: en lugar de ciruela ume usaban chabacano.
La fotografía también cambió. Con la llegada de empresas como Fuji, en 1963, y Canon, en 1968, las fotos se volvieron más accesibles al público. Ese año, durante los Juegos Olímpicos, la empresa japonesa Kay construyó los emblemáticos aros para la justa; también se hicieron populares sus salvavidas inflables para piscinas.
La gastronomía se transformó con la llegada del sushi, cuya popularidad detonó en los años 80. Antes sólo platillos específicos contenían pescado crudo, y ahora es una de las comidas más solicitadas.
“A finales del siglo XX, el gobierno nipón se enfocó en crear una política denominada Cool Japan; comenzó entonces a exportar una visión amable del país, un atractivo turístico que generara ingresos tras la crisis desatada por la burbuja económica de los años 90. Este nuevo empuje cultural destacó el arte del manga, el anime y la industria de videojuegos, de las que hoy día sigue siendo vanguardia.
Estos descubrimientos son ejemplos de la cercanía cultural entre japoneses y mexicanos
, concluyó Sergio Hernández Galindo.
jornada